lunes, 26 de septiembre de 2011

También con la pluma se gana...

El próximo siete de octubre comienza, de acuerdo con la legislación de la materia, el año electoral, en el que se tiene contempladas elecciones en 15 entidades federativas donde en siete se elegirán gobernadores, incluyendo al Jefe de Gobierno del Distrito Federal, así como las elecciones federales donde además de la renovación del Congreso de la Unión, se llevará a acabo la elección de Presidente de la República.

El contexto en el que se desarrollará el proceso no puede ser menos alentador; por una parte, hay que considerar el clima de violencia y terror social en el que nos encontramos, en el que la escandalosa cifra de muertos rebasa ya los cincuenta mil, las fuerzas armadas se encuentran en las calles realizando labores propias de los cuerpos de seguridad pública civiles y el gobierno no controla extensas zonas del territorio nacional, donde los grupos delincuenciales hasta cobran una especie de impuesto a los comerciantes y empresarios de esas localidades, y la perspectiva de que los niveles de violencia bajen son lejanas debido entre otros factores, a una posición gubernamental enfocada a generar mayor violencia, lo que necesariamente inhibe la participación ciudadana en procesos como el que tenemos en frente.

Por otra parte, la economía no ha podido recuperarse y al igual que en la víspera de la crisis de hace dos años, no existe una estrategia que permita impulsar nuestro mercado interno, los niveles de deuda interna y externa son los más elevados en la historia al igual que el gasto programado del gobierno el cual, por increíble que parezca, está enfocado en tres rubros: el pago de la deuda (FOBAPROA-IPAB), gasto corriente (sueldos, prestaciones y gastos de funcionarios) y gasto en seguridad, es decir, ningún proyecto que permita impulsar el desarrollo tecnológico, industrial, agropecuario, etcétera, aún cuando desde el inicio del presente siglo, el gobierno ha disfrutado de ingresos súper extraordinarios derivados de los altos precios del petróleo.

Otro punto no menos importante y que será característico de este ciclo electoral es el relacionado con la corrupción en el aparato gubernamental en general y de la clase política -aquella que toma las decisiones en este país- en particular, cuyas acciones incluso, en el ambiente de violencia que vivimos, se confunden, se esconden, se camuflan con las de aquellos a quienes dicen combatir y eso se reflejará en la lucha electoral.

Ya lo estamos viendo, con campañas adelantadas, con publicidad con apariencia de noticias en horario estelar reportando sobre los logros de determinadas instituciones, siempre con un personaje que las dirige y que casualmente, tiene interés por ocupar algún cargo de elección popular, en cualquier orden de gobierno, en cualquier nivel, de todos los partidos políticos. 

Seremos testigos de una lucha pragmática, por el poder y llena de ataques personales, de un lado la izquierda que no es izquierda, por el otro, la corrupción vieja y la corrupción nueva, sólo que ésta tiene el control del aparato gubernamental y la fuerza del Estado en las calles y está abiertamente dispuesta a no soltar el poder, y ya se saben el camino.

Además, a diferencia del proceso electoral de 1994, al que precedió una elección tan cuestionada, en esta ocasión la autoridad electoral tiene poca credibilidad ante la sociedad y los actores políticos, estos últimos los cuales lo mantienen debilitado pues, la experiencia de 2006 dejó en claro que aquel que controle al árbitro tiene de su lado gran parte del proceso (sino hay que revisar las declaraciones de Josefina Váquez Mota respecto de Carlos Ugalde la semana pasada), por eso no han elegido a los consejeros del IFE, aun en contra de una disposición constitucional. Cómo dicen en el dominó "también con la pluma se gana".

Estamos pues, frente a un escenario complicado como sociedad pues en realidad han estado minando en nuestro inconsciente la idea de participar aunque sea sólo a través de un ejercicio tan básico como el de ir a votar; tendremos un proceso en el que una vez más nos ofrecerán mil cosas sin decirnos exactamente como lo van a lograr, en donde la mierda será el factor común de la lucha política -ya empezamos a ver muestras de ello- con una autoridad electoral vulnerada y con poco reconocimiento social y donde sólo exhibirán lo peor de sus miserias, ante millones de mexicanos y ante el mundo entero, y en horario triple A.

Y mientras tanto seguiremos hundidos en la pobreza, el desempleo y la violencia extrema...

---Alexred---

P.S.

El día de hoy PsychoCircus cumple su segundo aniversario ¡Gracias, muchas gracias a todos por leerme! Sin ustedes este espacio no tendría razón de ser.




lunes, 5 de septiembre de 2011

Día del presidente...

Lo recuerdo bien; el primero de septiembre en mi primera década de vida no significaba otra cosa que un día de asueto, no había escuela o marcaba el inicio del curso anual; mi papá -que trabajaba en el gobierno- se quedaba en casa e incluso organizaba tremendos fiestones un día antes aprovechando la oportunidad de desvelarse -y él no acostumbraba dejar pasarlas-; era día familiar pero también había que estar al pendiente del informe del "Señor Presidente".

No recuerdo los mensajes, pero sí recuerdo que hubo ocasiones en que fueron muuuy largos, pero sobre todo recuerdo la entrada triunfal al recinto parlamentario de al menos dos de los tres presidentes de esa mi primera década, y por ahí un recuerdo vago -de esos que no quieres confirmar- de una ocasión en que Carlos Salinas regresó en un vehículo abierto, en un trayectó donde lució como súperestrella en un desfile en el que incluso la gente aventaba papelitos de colores a su paso, llenaba las calles y se asomaba por las ventanas, a pesar de que con él comenzaron las cosas a cambiar.

Lejos pues de representar un acto republicano en el que presidente asistía a rendir cuentas a los "representantes del pueblo", la ceremonia de apertura del periodo anual de sesiones del Congreso de la Unión se convirtió en la ceremonia del día del presidente, en el que la claese política aprovechaba la oportunidad de saludarlo de mano y aplaudir con gran entusiasmo y a la menor provocación cualquier cosa que fuese lo que dijera.

No es el tema, sin embargo, hay que decir que las reformas político-electorales que permitieron el acceso paulatino de la oposición del régimen al Congreso y la fractura que significó el conflicto electoral del 88, fueron un detonante de los cambios a este tipo de prácticas -que no han desaparecido (hay que ver lo sucedido hoy en el informe del gobernador del Estado de México)- y la misma oposición tuvo un mejor foro para denunciarlas.

Poco a poco el presidente de la República se encontró con un Congreso que ya cuestionaba directamente su actuar, el ritual del día del presidente dejaría de serlo; con la pérdida del control de la mayoría absoluta en San Lázaro por parte del partido oficial, se perdía también el control de la disciplina de los congresistas que caracterizó las seis década anteriores, transformando el otrora día de campo en el que la figura del presidente en turno brillaba como estrella con luz propia y se convencía a sí mismo que era el centro del sistema solar, en un tortuoso trámite constitucional que transitaba entre aplausos de los propios correligionarios y abucheos, interrupciones e interpelaciones directas al propio presidente.

Los legisladores del PAN y del PRD -en éste último caso desde su formación como partido político en las elecciones federales de 1991- y su antecedente el FDN, luchaban por darle al Congreso el peso de un poder constitucional que no tenía y que había sido socavado por el presidencialismo totalitario ejercido por el PRI.

Le tocó a Zedillo, pero fue con Fox donde el sistema posrevolucionario se vio rebasado pues no estaba diseñado para la pluralidad que el Congreso había adquirido y mucho menos para un presidente surgido de las filas de un partido político diferente al que fundó Calles, consolidó Cárdenas, adecuó Ávila Camacho y sirvió a los intereses de una clase política que utilizó el discurso de la Revolución para gobernar durante setenta años.

Aún así, y a pesar de dos presidencias panistas, las cosas no han cambiado mucho; la crisis electoral de 2006 puso al descubierto estas fallas sistémicas llegando al extremo de impedir que Vicente Fox rindiera su informe en la Tribuna de la Cámara de Diputados y, ni que decir de los subsecuentes ya con Felipe Calderón.

Como siempre pasa en estos casos, se optó por modificar la ley -en este caso la Constitución- y se libró al presidente de la obligación de presentarse ante el Congreso, aunque no de la de presentar su informe por escrito, arguyendo entre otras cosas que la ceremonia ya no respondía a los nuevos tiempos "democráticos", lindo eufemismo que sirvió para no decir abiertamente que, dadas las circunstancias Felipe Calderón no podría pisar el Congreso sin ser duramente cuestionado.

Esto al final ha propiciado que Calderón organice un acto privado donde invita a sus cercanos, se para enfrente de ellos y dice lo que él ha denominado un informe de gobierno, una especie de rendición de cuentas que más bien sirve como propaganda política ante un público a modo que no se atreverá a cuestionarlo, o por lo menos no en público ni directamente.

El llamado informe de gobierno, al no tener un marco jurídico que lo regule, no es sino una excusa para que, con el pretexto de rendir cuentas, se organicen tremendas reuniones donde lo más importante no es el derecho de informar que tiene el gobierno, ni el derecho a tal información que tenemos los ciudadanos, sino el lucimiento personal por encima del deber institucional y republicano, sin dejar de mencionar que, en el contexto que nos encontramos, es un foro para justificar sin que nadie pueda rebatirle, la absurda espiral de violencia en la que esta administración ha sumido al país, amén de representar un excesivo gasto público pues a la ceremonia, hay que sumarle la cantidad de spots en radio y televisión, que además se presentan en cadena nacional en horario estelar, la publicidad en medios impresos y las odiosas llamadas a casas particulares.

El que esta ceremonia sobreviva, es una muestra más de que se intenta gobernar como gobernó el PRI durante décadas, sin importar que ninguno de los elementos que permitieron que el presidencialismo priista subsisitiera durante tantas décadas exista en la actualidad.

No sólo es un mal gobierno, sino también un mal imitador.

---Alexred---

P.S. Piensan que de tanto repetir una mentira vamos a terminar pensando que es verdad. No. Yo no.