martes, 29 de septiembre de 2009

El regreso II

El éxito de la campaña de Vicente Fox -entre otros- fue el haber ofrecido una alternativa diferente: en realidad un cambio.

Quién no recuerda el discurso simple y directo en el que la meta principal era "echar a patadas al PRI de los Pinos", o la lucha contra las tepocatas y víboras prietas, o más simple aún: "vota por el cambio" (no olvidemos la promesa de encerrar a Salinas); estas frases, en un contexto en el que el nivel de corrupción en el partido (PRI) -y todo lo relacionado con éste- estaba en su punto más alto y quizá más evidente, así como una sociedad harta de esto y de las crisis recurrentes, representaron una válvula de salida, una opción pacífica para cambiar el rumbo, una buen motivo para salir a votar, para el grueso de la población.

Sin embargo, el efecto emancipador no duró mucho, pronto comenzamos a ser testigos de que en realidad no habría un cambio en la conducción del país, que no existía un proyecto claro de gobierno que devendría en una sobrada incapacidad para gobernar.

Tres ejemplos claros: la designación de Gil Díaz como secretario de hacienda, que aunque tecnócrata, su formación era eminentemente priista -lo que cerraba la pinza en relación con el Gobernador del Banco de México-; la relación de amistad entre la lideresa del sindicato de maestros, Elba Esther Gordillo y el Presidente; y la no acción en contra de la estructura gubernamental, ni que decir de la estructura del sistema heredada del priato.

Mientras tanto, el PRI parecía que no se levantaría después del golpe recibido. Por primera vez no había un "jefe máximo" y los múltiples grupos en el interior del partido tenían que arreglar sus diferencias directamente. Sin embargo, para las elecciones federales de 2003 el Revolucionario Institucional a pesar de haber pasado por una contienda interna muy desgastante en la que Roberto Madrazo y Elba Esther Gordillo ganaron la dirección del partido, recuperaba terreno erigiéndose como el grupo parlamentario más numeroso sin llegar a constituirse como mayoría simple.

El plan parecía funcionar con un PRI fortalecido en el Congreso al igual que el poder de sus gobernadores, que conjugado con la ineficiencia del ejecutivo y su impericia para negociar, así como el control indirecto de aquel de la política monetaria y -en menor medida- de la fiscal, daba cuenta de una resurrección pactada, sellada con la invitación de Fox a cogobernar mediante pactos y acuerdos con aquellos a quienes se comprometió a sacar a patadas de los Pinos.


jueves, 24 de septiembre de 2009

El regreso I

En los primeros semestres de la universidad, en charlas de pasillo, allá por 1998, les aseguraba a mis amigos y compañeros -y en realidad a quien me quisiera escuchar- que las elecciones presidenciales de 2000 las ganaría Vicente Fox, y explicaba por qué: resulta que una de las preocupaciones del sistema en México, era la presión que estaban ejerciendo tanto la Unión Europea como los Estados Unidos, en el marco de los tratados comerciales establecidos con ellos, acerca de lo que se le llama "cláusula democrática" -que no es otra cosa que la necesidad de que los socios comerciales tengan regímenes democráticos para poder establecer dicha sociedad-, sobre todo en la UE. Es evidente que en el México de ese tiempo (el tiempo del PRI), la democracia no era un tema en el que nos pudiéramos defender -tampoco lo es ahora-, sin embargo comenzábamos a tener visos de algunos cambios, entre ellos el desenfrenado activismo político de un Fox decidido a "meterle ruido" a la sucesión presidencial aún lejana.

Para esto, el entonces presidente Zedillo había comenzado a hacer algunos movimientos interesantes, el más importante: lograr la autonomía del Banco de México, y colocar a Ortiz Martínez al frente de esta institución. Con este movimiento el PRI (aunque tecnócrata) lograba mantener el control de la política monetaria y, de igual manera, conservaría gran poder político a través de la mayoría de las gubernaturas, y un control relativo en el Congreso de la Unión con la obtención de la mayoría en el Senado, y -se esperaba y así sucedió- mantenerse como la primera fuerza política en la Cámara de Diputados.

Mi explicación tenía entre muchas otras tesis, que el PRI estaría apostando a la inexperiencia del PAN como gobierno federal así como, la falta de cuadros importantes para llevar a cabo la función de gobierno, lo que necesariamente traería como consecuencia un desencanto en la sociedad e incluso haría olvidar la larga historia de corrupción que arrastraba el Revolucionario Institucional y, seis años después, la misma gente que voto en contra y los sacó de la presidencia estaría clamando su regreso a la misma.

Así, se daba por perdida la presidencia más no el poder político y mucho menos el económico, y se cumplía con las expectativas internacionales sobre la imagen "democrática" de México, al darle entrada a una nueva era de "alternancia" política.

El primer domingo de julio del año 2000 la gente salió a votar y logro lo que parecía imposible: ponerle fin a un régimen de partido único con más de 70 años instalado en el poder.