martes, 30 de noviembre de 2010

Sobre Acapulco y las drogas.

Este fin de semana estuve en Acapulco con un par de buenos amigos. La primera vez que fui allá solo, sin la tutela de adultos -ni tíos, ni padres, ni primos grandes, nadie pues, más que la pura cuatitud- tenía yo dieciséis años, era el más chico de un grupo de seis amigos cuya edades, con excepción de la mía, fluctuaban de entre los diecisiete y los veinte años.

La mayor preocupación de nuestros padres estaba relacionada con el nivel de alcohol que un muchacho a esa edad es capaz de consumir y las consecuencias que esto nos podía acarrear; sin embargo, todos que ya trabajábamos, conseguimos los permisos necesarios una vez obtenido el dinero para el viaje, baste recordar que esto fue tres meses antes de la devaluación del 94. Y en efecto, la verdad nos la pasamos de maravilla y por supuesto, pedísimos todos. Aun así, es importante mencionar que de alguna manera todos nos cuidamos entre nosotros mismos y sí, lo más en lo que nos excedimos fue en eso del alcohol durante las tres noches que duró nuestro viaje. Si bien no éramos ajenos a la existencia de las drogas, como no las buscábamos, tampoco nos topamos con ellas, recuerdo perfecto que llegamos incluso a caminar dando tumbos por la Costera sin ningún temor. Desde entonces he regresado a Acapulco muchas veces  con  diferentes circunstancias.

Sin embargo, hoy, a muchos años de distancia, y después de cuatro años en que fui la última vez, las cosas han cambiado completamente, para empezar,  en esta ocasión fui yo el mayor de mis amigos, y aunque igual tomamos una buena dosis de alcohol, la verdad es que aprovechamos el tiempo que pudimos para dormir; además, la preocupación de nuestras familias estaba ahora relacionada con el nivel de violencia que se vive en el puerto, como en gran parte del país. 

En está ocasión vi un Acapulco semi vació, con los antros llenos de niños acapulqueños, seguramente menores de edad como yo en mi primer viaje, celebrando en las barras libres que hay sobre la Costera, es decir había más locales que turistas el sábado en la noche, por lo menos en la zona en la que me encontraba que es además la zona de mayor concentración popular y algo que era aun más diferente y que llamo mi atención: toda la noche una persona -que fue la misma- se nos acercó varias veces -por lo menos cada que pasábamos de un antro a otro- ofreciendo cualquier tipo de droga. 

Este es uno de los puntos por lo que no creo en la "guerra" de Calderón contra el crimen organizado; ya lo he expuesto en este espacio, hace falta más que armas una estrategia que permita seguir la ruta de los dineros que el tráfico ilegal genera, pero hace más falta una política social generadora de oportunidades que permita alejar a los jóvenes de la tentación que genera el dinero que se gana por traficar drogas y de las drogas mismas. 

Ahora, si bien las cifras demuestran que no somos un país consumidor, que sólo el 5% de la población ha probado algún tipo de droga, en comparación con el 45% de la población de nuestro vecino del norte,  también es cierto que es más fácil que los jóvenes puedan acceder a ellas, y ésta es otra de las razones por las que no creo en las "bondades" de esta guerra que no es guerra, pues el dealer actuaba con total desparpajo en un área sumamente concurrida sin esconderse de nadie, en un puerto que se supone controlan el ejército y la marina, y con el auxilio de los cadeneros de los antros, con los que platicaba e incluso por los que era soccorrido cuando necesitaba, por ejemplo, agua. 

¿De verdad se puede actuar así con ese grado de impunidad? Pues sí, yo lo ví.

---Alexred----

P.S.
Pero que tal el presidente hablando de los logros de los (des)gobiernos panistas, y la importancia de su "lucha contra el crimen organizado"

lunes, 15 de noviembre de 2010

Veinte años de Orgullo Puma

El lunes 14 de noviembre de 1990 tome mi primera clase en la UNAM; en efecto, fue mi primer día en Iniciación Universitaria, es decir primer año de secundaria.

Han pasado veinte años desde entonces; veinte años como orgulloso universitario; veinte años, una licenciatura, otra por terminar, un diplomado, múltiples curso, la mitad de un posgrado, muchos logros académicos, más deportivos: campeonatos, subcampeonatos, dos eliminatorias nacionales, muchas selecciones en prepa 2, una selección universitaria; muy buenas experiencias como actor de teatro en la prepa; muchas campañas políticas a nivel estudiantil -incluso en la universidad gane una competencia política- y a nivel dirección de planteles; hasta una huelga.

Sin embargo, vivir en la UNAM también es crecer, aprender, madurar, experimentar, amar, aprender, controlar, descontrolar, jugar, trabajar.

A la UNAM ingresé a la edad de 12 años a la Escuela Nacional Preparatoria. Desde ese entonces he visto a mucha gente desertar, desaparecer de la Universidad Nacional de diferentes maneras. Me considero un sobreviviente. Y es que la Universidad tiene múltiples brazos que te atrapan y te pierden, para bien o para mal.

Pero también, en la UNAM he conocido la amistad verdadera, mis mejores amigos son, en su mayoría orgullosos universitarios, algunos de ellos son esa familia que yo escogí. A muchos los he dejado de ver, sin embargo se llevaron consigo un pedazo de mi corazón.

La Universidad Nacional me ha dado muchas cosas, la mayor parte de lo que he hecho, tengo, y he tenido, se lo debo a ella; ya lo dije mis amigos, pero también tantos y tantos corazones; amores efímeros pero también aquellos que dejan en el alma una huella profunda; oportunidades laborales, gente importante, hasta clases he dado.

Grandes triunfos, grandes fracasos; momentos de gran felicidad y de gran tristeza y la UNAM siempre ha estado ahí para mi, de hecho para todo el que a ella se acerca.

Hoy soy un profesionista con alma universitaria, con un fuerte compromiso con la sociedad a la que le debo la oportunidad de tener una educación universitaria, a la que le debo la oportunidad de acceder a un mejor nivel de vida, que de otra forma, y dadas las circunstancias, jamás hubiera podido alcanzar.

La UNAM me ha dado hasta hoy: una preparación académica que día a día sigo intentando mejorar; grandes amigos; grandes hermanos; una gran cantidad de sobrinos, hijos de éstos; alegrías; triunfos; esperanza; la oportunidad de conocer a grandes profesores, algunos de los cuales me han brindado su amistad; muchas mujeres: buenas amigas, novias, amantes y grandes amores. Sin todos ellos el camino siempre, siempre, hubiese sido -y sería- más difícil. Pero también me ha dado la oportunidad de aprender a razonar, a discernir, a disentir, a discutir, a cuestionar, a proponer, a luchar, a alcanzar metas y objetivos, a aprender de los fracasos y demás golpes, a estudiar, a aprender, incluso hasta a enseñar, a compartir, a decir sí, a decir no, a forjar mi carácter, a modularlo.

En el año de la huelga, participe en un movimiento que defendía la idea de que se podía encontrar una solución intermedia al problema de las cuotas; nunca atenté contra el movimiento que defendió la huelga hasta el último momento; lo combatí buscando establecer un diálogo con ellos y con las autoridades, pues me parecía increíble que en una universidad como la UNAM se pudieran polarizar tanto las posiciones. Por supuesto no lo logramos, estoy orgulloso de lo que hice en ese momento porque representó la defensa ardua de una posición compartida por un gran número de universitarios,  y sin embargo, el día de hoy sería el primero en defender la gratuidad de la educación en la UNAM. Hasta eso he recibido de ella: la capacidad para cambiar de opinión en congruencia conmigo mismo y con ese compromiso adquirido con la sociedad quien en realidad es la que financia una Universidad que se encuentra entre las primeras de mundo y es la primera en América Latina.

Hoy tengo treinta y dos años de edad, y estoy comprometido con la UNAM. Como estudiante tengo el compromiso de obtener el máximo aprovechamiento posible; como profesionista, el de servir a la sociedad; como persona, el de colaborar como UNAMITA en la formación de un país más justo, más equitativo. Así colaboraré con mi aportación a engrandecer a esta Gran Universidad.

Es lo menos que puede hacer por todo lo que la UNAM me ha dado. Ese es para mi el verdadero sentido del Orgullo Universitario.

POR MI RAZA HABLARÁ EL ESPÍRITU.

---Mario Alexandro Morales---

P.S.
A partir de hoy retomo con regularidad las publicaciones en el blogg. Ofrezco una sincera disculpa a todos los amigos que me siguen. En compensación intentaré mezclar entregas que tengan un fuerte contenido crítico a la clase política en general pero a la barbaridades de la actual administración, con el ánimo de denunciar lo que están haciendo, porque lo están haciendo mal.