martes, 24 de agosto de 2010

Un peligro para México... (III y última)

Justo a la mitad del sexenio foxista, ante la ineptitud de su gobierno, comenzaron a resaltar a nivel nacional las políticas con fuerte tendencia social implementadas por el Jefe de Gobierno del D.F. Resultado también de un muy buen manejo y promoción de su imagen que incluía una estrategia de permanencia constante en los medios e incluso de "dictar" la agenda política del día.

La clase política en general, pero particularmente la de la élite gobernante -en este caso la vieja y la nueva élite- comenzó a ver con recelo la popularidad de López Obrador. En ese tiempo yo atribuía dicha popularidad a un factor muy importante, además del que tiene ver con el manejo de la imagen, y se trataba de la cercanía con la gente. En efecto, una de las características de la política en este país es que  sus dirigentes se encuentran cada vez más alejados de la masa, de la base popular de la que se han sabido servir; éste para mi fue el punto más sensible de la larga campaña del político tabasqueño.

Esa cercanía con el pueblo y las políticas económicas, sociales, asistenciales, y culturales llevadas a cabo en la capital del país y que por cierto gran parte de ellas fueron copiadas por varios gobiernos locales y hasta por el propio gobierno federal, asustó al stablishment y se comenzó a mover todo el aparato político y del Estado con el fin de por lo menos frenar a Obrador en su ascenso en las preferencias electorales.

Antes de la campaña presidencial se le acusó de todo sin que se le pudiera probar mucho -por no decir nada- e incluso se hicieron reformas a diversos ordenamientos legales para quitarle facultades al próximo presidente de la Républica -tal es el caso de la COFETEL por ejemplo, y miren como está ahora-, es decir todos esperaban que fuera López Obrador y había que descomponerle el camino.

Ya durante la campaña siguió adelante en las encuestas, hasta que de manera sorprendente un día amaneció en una, la de GEA-ISA -cuyo director general, por cierto fue nombrado por Calderón como Director general del CISEN-, en segundo lugar, atrás de un candidato gris, sin presencia nacional y repudiado incluso por una buena parte de los miembros de su partido; a partir de ahí y sin dejar de mencionar que el tabasqueño cometió errores que fueron aprovechados por sus contendientes, la campaña de Partido Acción Nacional se basó en la descalificación y el amedrentamiento a los electores. Fue así, que se acusó a López Obrador de ser un peligro para México, llegando a afirmar cosas como que de llegar a la presidencia significaría un retroceso en la política nacional y su incipiente democracia, pues regresaríamos a lo peor del autoritarismo priista; que en lo económico caeríamos en una crisis sin precedente pues su propuesta era regresiva, como en los tiempos de Echeverría pero peor; que la gente perdería sus casas, sus empleos; que emprendería una serie de medidas en contra de los empresarios y que comenzaría a realizar expropiaciones y nacionalizaciones de la industria privada; que los empresarios no podrían vivir aquí y tendrían que irse del país -de hecho algunos lo hicieron para no tener que lidiar con esto-; que todo esto crearía un estado de caos y violencia social... Es decir, todo lo que ahora está pasando.

El (¿)gobierno(?) de Calderón inició marcado con el estigma del fraude electoral y con la responsabilidad de haber dividido a la sociedad mexicana en su conjunto, y ha continuado con el lastre que significó llegar de la manera en que llegó, apoyado por todos aquellos que creyeron que López Obrador afectaría sus intereses; sin dejar de mencionar su incapacidad para gobernar, lo que lo ha llevado a hacer todas aquellas cosas que dijo que pasarían con el otro candidato.

 Entonces ¿quién ha sido el peligro para México?

---Alexred---

P.S. Con Fox, sus hijastros, el asunto del toallagate y otros como el de PEMEX, pero sobre todo las adecuaciones al Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, la Biblioteca José Vasconcelos y el programa Enciclomedia son los botones de muestra del nivel de corrupción de su (des)gobierno.

De Calderón ya perdí la cuenta, pero ahora sumémosle el escándalo derivado del gasto de los festejos del Bicentenario.

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