jueves, 14 de enero de 2010

La reacción de la reacción...

En relación al asunto de los matrimonios entre personas del mismo sexo y la posibilidad de adopción, es mi opinión que el tema ha servido como distractor en el D.F. frente al aumento en los impuestos que se dio de manera generalizada en esta hermosa ciudad capital. Debemos reconocer un excelente manejo por parte del gobierno capitalino en este tema.

Establecido este punto, hoy hablaré sobre el asunto de los uniones y la reacción de la Iglesia Católica.

En las semanas anteriores se armó un escándalo por la exhibición del conductor de un programa de noticias poco serio (tanto el programa como el conductor) sobre el asunto en cuestión. Yo mismo, hace un par de entregas, hablaba del nivel del debate y la poca seriedad, así como la debilidad -por no decir la falta- de argumentos que estaba aportando la Iglesia en contra del tema.

Pues bien, voy adjuntar el link donde pueden escuchar lo que el señor Esteban Arce dijo en su programa. Ese es lo que la Iglesia enseña, suponiendo que el susodicho haya siquiera terminado la preparatoria.

El punto no es si estamos o no de acuerdo alguno de ustedes y yo con la medida, pero si vamos a discutirlo en serio, aportemos argumentos sólidos, no sólo basados en nuestra experiencia, o fundados en nuestras fobias, hagámoslo de manera seria, expresando nuestras ideas claramente y no sólo descalificando. Lo que hace este señor es una muestra de lo más retrógrada que puede resultar una educación como la que a él le dieron, si observa y escuchan con atención, él mismo en un momento dado, descalifica incluso los argumentos presentados con fundamentos científicos. De verdad eso es lo que enseña la Iglesia en nuestros días.

Precisamente por estos días he estado leyendo un libro que habla sobre los orígenes de la Revolución en Francia, y quiero compartir con ustedes un fragmento que me dejó -gratamente- sorprendido. He aqui:

"... y aportando a esa lectura las ideas de mi época, me asombra ver a obispos y abates, varios de los cuales fueron tan eminentes por su santidad como por su saber, redactar informes sobre la apertura de un camino o de un canal, abordar el asunto con profundo conocimiento de causa, discutir con ciencia y arte infinitas cuáles eran los mejores procedimientos para incrementar la producción agrícola, garantizar el bienestar de los habitantes y procurar la prosperidad de la industria, siempre al nivel y a menudo por encima de los laicos que se ocupaban con ellos de los mismos asuntos...

...Si se quiere tener una idea justa de las revoluciones que puede sufrir el espíritu de los hombres como consecuencia de los cambio ocurridos en su condición, es preciso releer los cuadernos de orden eclesiástico de 1789.

En éstos, el clero con frecuencia se muestra intolerante y a veces tenazmente aferrado a varios de sus antiguos privilegios; pero, en lo demás, tan enemigo del despotismo, tan favorable a la libertad civil y tan enamorado de la libertad política como el tercer estado o la nobleza, y proclama que debe garantizarse la libertad individual, no mediante promesa, sino por algún procedimiento análogo al habeas corpus. Pide la desaparición de las prisiones del Estado, la abolición de los tribunales excepcionales y de las avocaciones, la publicidad de todos los debates, la inamovilidad de los jueces, la admisibilidad de todo ciudadano a los empleos, que deben concederse tan sólo al  mérito; un reclutamiento militar menos opresivo y menos humillante para el pueblo, y del que nadie quede excento; la redención de los derechos señoriales que surgidos del régimen feudal, según dice, son contrarios a la libertad; la libertad ilimitada del trabajo, la desaparición de la aduanas interiores; la multiplicación de las escuelas privadas: según él, en cada parroquia se necesita una que debe ser gratuita; establecimientos laicos de beneficencia en todas las zonas rurales, así como comisionistas y talleres de caridad; toda clase de estímulos para la agricultura.

En la política propiamente dicha, el clero proclama, más alto que nadie, que la nación tiene el derecho imprescriptible e inalienable de reunirse para hacer leyes y votar libremente los impuestos.(...) El clero pide además que los estados generales elegidos libremente, se reúnan cada año; que discutan en presencia de la nación todos los asuntos importantes; que establezcan leyes generales a los que no puedan oponer ningún uso o privilegio particular; que fijen el presupuesto y fiscalicen incluso la casa del rey; que sus diputados sean inviolables y que los ministro siempre sean responsables ante ellos. (...) Del derecho divino ni un palabra.

No sé si en general y a pesar de los vicios escandalosos de cierto número de sus miembros, ha habido con anterioridad en el mundo algún clero más admirable que el clero católico de Francia en el momento en que los sorprende la Revolución; más ilustrado, más vernáculo, menos circunscrito a las exclusivas virtudes privadas, mejor dotado de virtudes públicas, y al mismo tiempo con más fe: así lo demostró a las claras la persecución. Empecé el estudio de la antigua sociedad lleno de prejuicios en su contra; lo terminé lleno de respeto..."

Toqueville, Alexis de. El Antiguo Régimen y la Revolución. FCE. México 1996. Pp 196-198.

http://www.youtube.com/watch?v=g3vHlS1hr5E

---Alexred---

P.S. En cambio, en la actualidad, aquí, en México, el Cardenal Norberto, en voz de su vocero dice: Nosotros, pastores del pueblo de Dios, tampoco podemos obedecer primero a los hombres y sus leyes antes que a Dios; toda ley humana que se le contraponga será inmoral y perversa, pues al ir contra su voluntad termina por llevar a la sociedad a la degradación moral y a su ruina.


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